Desde siempre, el saber popular ha entendido que el mejor modo de captar el amor es a través de sus obras. En este sentido el dicho 'obras son amores y no buenas razones'.
Por Mariela García Rojas. 25 enero, 2019.Un filósofo práctico preguntó a diferentes personas dos cuestiones: qué es el amor y qué importancia tiene en sus vidas. Las personas dieron las siguientes definiciones de amor: querer a otro, desear vivir con alguien, desarrollar la capacidad de sacrifico (hasta llegar a dar la vida por alguien), llevar a cabo sueños y proyectos en común con alguien, y, hasta hubo quienes lo equipararon a sostener relaciones sexuales.
Junto a esas definiciones, la mayor parte de personas reconocía que no sabía exactamente qué era el amor; sin embargo, a pesar de su desconocimiento o de las diferentes concepciones acerca de este, todos coincidían en señalar que el amor era “lo más importante en sus vidas” y “lo único que verdaderamente llenaba su vida de felicidad”. Curioso, todos parecemos anhelar algo que no sabemos muy bien en qué consiste. Ya lo advertían los antiguos “natura docet” (la naturaleza enseña), pues donde hay amor, allí se sabe lo que hay, aunque no esté racionalizado del todo.
En un famoso texto, San Agustín pone de relieve hasta qué punto el amor puede penetrar toda acción del hombre, transmutándola de lo que era, en amor mismo: “Ama, y haz lo que quieras; si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Como esté dentro de ti la raíz del amor, ninguna cosa sino el bien podrá salir de tal raíz”. Reflexionando acerca del amor reparamos en sus componentes: el sujeto del amor, el amante, es la persona; el objeto del amor, el amado, lo es por ser un bien. El amor, por tanto, es aquella inclinación radical del ser personal, un movimiento de la voluntad de la persona. Persona y bien, sujeto y objeto son los términos entre los que “gira” el amor para unirlos del modo más pleno que permite la naturaleza humana: hasta la muerte.
Lograr amar es la experiencia suprema de la vida; hacerlo en familia es el mayor de los bienes. A amar se aprende amando; de allí que, como postula Pedro Juan Viladrich, reconocido estudioso de estos temas, nos estrenamos como amantes cada día porque en cuanto tales, a esa edad, en ese momento específico y ante ese otro concreto, lo haremos siempre por primera vez. Reparar en esto nos aliviará y nos situará como perennes aprendices de la asignatura más importante de la carrera de la vida: Cómo amar más y mejor. Lecciones diarias de un eterno aprendiz.